El arte de interrumpirse. Por Ignacia de Pano @ignaciadepano

«Hoy ha venido María Bethania, la hermana de Caetano Veloso e historia viva de los últimos cuarenta años de la MPB. Con su melena blanca y su voz emocionante, Diosa ella misma, Bethania acude a la llamada de Zeca».

Zeca Pagodinho, nacido  el cuatro de julio de 1959 en Río de Janeiro, es el rey del samba. Profeta en su tierra, es adorado en los barrios pobres de la zona Norte carioca y en el Brasil entero. Carismático, de enorme personalidad, frecuentó  las rodas de samba desde pequeño y asombró pronto al mundo con su forma de cantar samba prácticamente perfecta. Nadie divide, nadie ralentiza o adelanta la melodía dentro siempre de compás, como él. Zeca Pagodinho es una estrella. Puede que la mayor de esa galaxia cuajada de ellas que es la música brasileña. Al igual que Frank Sinatra, Zeca deslumbra, apadrina, ayuda y sobre todo manda. Manda porque es inevitable, porque irradia autoridad. Zeca, el Zeca sabio que jamás se desclasó, tiene Auctoritas.

Descuidado con su forma física, aparenta unos años más de los que tiene. No renuncia ni a los churrascos de los domingos en su sítio (casa de campo) de Xerém, ni a las feijoadas de los sábados, ni a las rodas de samba en el porche y sus cervezinhas geladas. Patriarca de los suyos, lleva su barriguinha de padre de familia con total naturalidad. A Zeca Pagodinho no le importa lo que tú y yo, que jamás lo veremos en directo porque como me dijo una vez uno de los mayores productores de nuestro país, «no hay dinero para traerlo a España», pensemos de él. Zeca Pagodinho es una de esas escasísimas personas que sabe quién es. Y lo que es Pagodinho, con su media sonrisa malandra, es el mayor sambista de Brasil. Un artista extraordinario, de los que surge uno en varias generaciones.

Zeca tiene un programa de televisión que graba en su propia casa. El programa se llama » o quintal de Zeca», el patio de Zeca. Pagodinho invita a un grande de la música brasileña y le rodea de los mejores músicos  y percusionistas para que se luzca y brille como nunca antes. Ël, que sabe quién es, cede el protagonismo y se dedica, exclusivamente, a asegurar el éxito de su invitado. Ahí está él, controlando la batucada con su mirada de la que nada escapa, corrigiendo con un gesto cualquier despiste de los músicos, anfitrión y capitán. El jefe.

Nadie dice que no a la llamada de Pagodinho. De las esferas sofisticadas de la bossa nova a los más modernos: todos reconocen la cadena de mando y se presentan en el patio de Zeca cuando son convocados, sabiendo que en ningún otro escenario se les cuidará más y mejor.

Hoy ha venido María Bethania, la hermana de Caetano Veloso e historia viva de los últimos cuarenta años de la MPB. Con su melena blanca y su voz emocionante, Diosa ella misma, Bethania acude a la llamada de Zeca. Empieza el programa. Ahí están la Diosa y el jefe, felices de estar juntos. Es la primera vez que veo a Zeca con esa mirada feliz y admirativa: la mirada del que por fin se sabe junto a un igual. Bethania, con ese viejo hábito de dejarse adorar, sonríe también con su sonrisa larga que transforma su cara y la dota de una belleza inolvidable. Estos dos se quieren, pienso yo. Se quieren porque se admiran.

Antes de ponerse a cantar, sin más presentaciones, Bethania se pone a recitar. Nadie recita mejor que ella en ninguna lengua del mundo, nadie lo hace con ese cuidado, con ese placer. Las palabras salen de su boca envueltas en seda, mecidas, doradas como pan saliendo de un horno, perfumadas.

Es un poema de Luiz Carlos Lacerda, que yo traduzco aquí, sin más pretensión que el hacerlo más accesible:

«Vive conmigo en mi casa

Un muchacho que amo…»

Zeca, a su lado, con la mirada baja, concentrado en ella, no puede reprimir un suspiro gozoso. Él, hombre del pueblo, conoce esos versos. La alta poesía no es una extraña en ese patio de Xerém. Los conoce y los ama. Y escucharlos en la voz de Bethania, anticiparlos en la voz de Bethania, se convierte en una experiencia cultural que todos compartimos al contemplarla.

Sigue Bethania, sonriendo tras el suspiro de Zeca, convertida de repente en madre que cuenta un cuento al hijo que la escucha expectante:

«…Aquello que él no me dice porque no sabe

Me lo va diciendo su cuerpo

Que baila para mí

Él me adora y yo veo a través de sus ojos

Al niño que aprieta el gatillo del corazón

Sin saber el nombre de lo que practica

Él me adora y yo me gratifico

Solo con ojos que yo veo

Corto todas las cebollas de casa….»

Zeca no puede más, de repente los versos que ha venido repitiendo en su interior acompañando la voz de miel de Bethania le explotan en los labios y se adelanta, en comunión con ella, con todos los que alguna vez hemos compartido un poema o unos versos:

Arrastro lo muebles, incenso…

Bethania sonríe: ¡se lo sabe! Dice feliz. Él asiente, con gesto manso de niño.  A partir de ahí el poema se conjuga a dos:

«… Él tiene miedo de decir que me ama

Y me aprieta la mano

Y me llama amiga.»

Zeca, convertido por la magia de la gran poesía en el muchacho de los versos, contraviene ese miedo y grita, sin poderlo remediar,  a la Diosa que tiene al lado: ¡TE AMO!

Y le aprieta la mano.

Y la llama amiga.

Lo que viene después de ese momento único son cinco minutos de samba perfecto. Puede que otro día hablemos de ese «sonho meu», que tanto merece una crónica propia, pero este texto es solo para cantar la inmensa alegría que surge de compartir la belleza. Bethania y Zeca, esa versión mejorada de nosotros mismos, lo saben. Y al convertir esos versos en un diálogo gozoso, al expresar en esa memoria común el acervo cultural que nos une y nos define, nos recuerdan a todos, en estos tiempos oscuros, lo magnífica que puede ser la condición humana.

Ojalá nunca se nos olvide.

Ahora escuchen, observen y disfruten.

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Autor: carmenalvarezvela

Abrí este blog para hablar de España y conforme ha pasado el tiempo, algunos amigos mucho más cualificados que yo colaboran para expresar nuestra común preocupación por los males que nos aquejan como nación. Otros participan escribiendo sobre música, cine, literatura, historia ... Debería cambiar el nombre del blog, "No me resigno", como mínimo por "No nos resignamos", ya veremos. Mi amigo Emmanuel M. Alcocer me dijo una vez que el peor error es el error de perderlo todo por no haber hecho nada. Pues ahí estamos, intentando hacer algo.

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