Flora y fauna catalanas, y sus cuidados electorales. Por Antonio Jaumandreu @Ajaumandreu

El ecosistema catalán que compone los famosos (y teóricos) dos millones y pico de independentistas  puede dividirse en unas cuantas especies y recibir diferentes mensajes electorales de cara al 21D:

1. Por un lado están los “indepes haters, odiadores”. Aquellos que están guiados por el odio a España y a todo lo que suene a español, y que no atienden a ningún argumento que no sea el resentimiento y el rencor. Resumiendo: a estos les dirías que el precio de la independencia va a ser prescindir de la energía eléctrica y vivir a oscuras alumbrándose con velas, y accederían a ello. Todo con tal de librarse de España. No vale la pena por tanto realizar el menor esfuerzo por convencerles. Pero sí se puede intentar desmovilizarles. Para ellos el elemento más desmotivador es todo aquello que consideren una traición por parte de “los suyos”. Y traición es todo lo que se desvíe mínimamente de la línea recta que conduce al precipicio. Por ejemplo, que ahora Forcadell diga que acata el 155 y que la independencia fue simbólica, que Nuet aporte actas diciendo que él no firmó la declaración, que Santi Vila esté en libertad con fianza porque accedió a declarar y se bajó del tren media hora antes del descarrilamiento. A esta especie estas cosas le afectan mucho. La llevan a la desmoralización, al enfado monumental, al señalamiento de traidores e infiltrados por doquier… y probablemente a quedarse en casa el día de las votaciones, ya que son firmes convencidos de que la independencia solo se obtiene, a cualquier precio, por la fuerza y la violencia, sea física, verbal, o de hechos consumados. Hay que cultivar y propiciar por lo tanto esos elementos desmotivadores. No cambiarán de idea, pero si llegan a la conclusión de que “el sistema” les ha infiltrado con traidores y soplones decidirán no participar de ese sistema. Ayudémosles con habilidad y astucia. Con la misma facilidad caen en el exceso que en el desánimo. “El estado os ha infiltrado y os manipula, no debéis participar en estas elecciones que legitiman el sistema que queréis destruir”.

2. Luego tenemos a los “indepes románticos”. Son en general buena gente que tiene un sentimiento indefinido de catalanidad, de superioridad, una cierta convicción romántica de que Cataluña es la nación más vieja, ejemplar, modélica y perfecta del mundo que, por un dramático giro de la historia, se ha visto siempre sometida por un vecino peleón, poco trabajador, con una personalidad muy distinta y por supuesto mucho más burda y menos cultivada. Falso de toda falsedad, claro está: adéntrense en la Cataluña profunda y verán lo que es escaso “cultivo”. Pero les da igual. Es un nacionalismo decimonónico. Viven en esa creencia aunque, a diferencia de los anteriores, totalmente cegados, estos son vagamente conscientes de que se sustenta en un ideal más que en una realidad. No votarán a partidos constitucionalistas, pero tampoco comparten la inseguridad absoluta que provoca una independencia unilateral y en manos de los radicales. Muchos de ellos (de una cierta edad ya) votaban ciegamente lo que el padre padrone Pujol representaba. Pero a medida que el liderazgo en su Convergència i Unió de toda la vida se ha ido diluyendo en personajes tan mediocres como Mas y Puigdemont su entusiasmo ha ido decayendo. Y en silencio y sin admitirlo jamás en voz alta la corrupción les avergüenza. Creían a “los suyos” distintos, y han visto que no lo son. Son gente conservadora, extremadamente conservadora, temerosa de los cambios bruscos, y no entienden cómo han llegado hasta aquí. Son etnicistas, son racistas sin ser conscientes de lo infame que eso es. Pero al propio tiempo, desde un punto de vista electoral, eso se traduce en que podrían llegar a plantearse apoyar a escondidas a un partido no independentista, siempre que estuviese encabezado por un catalán pata negra o contase entre sus filas con alguno destacado. Eso sí: están muy condicionados por el entorno, por sus vecinos. Si abandonan el redil nacionalista lo harán a escondidas. Pero los disturbios, la violencia, la marcha de empresas y la bajada del consumo y del turismo les hacen pensar. Jamás pasarán abiertamente al otro bando, salvo que este tome el poder, claro: en ese caso fingirán adhesión inquebrantable, pero en su fuero interno seguirán recordando las viejas historias al amor de la lumbre sobre la “patria opressa”. “España es seguridad y estabilidad, es poder abrir la “botiga” cada mañana”.

3. Vienen a continuación los “indepes cerebrales o calculadores”. Empresarios, ejecutivos, profesionales, intelectuales y también políticos que a título personal ven la independencia como una posibilidad de promoción personal y profesional para ellos y para sus familias y empresas. Un nuevo país, aunque nazca sobre ruinas económicas, abre nuevas perspectivas de colocación: el nuevo estado necesita ministros, directores generales, magistrados, diplomáticos, y genera una oportunidad de negocios por el vacío que dejan los que se van. Está todo por hacer. Al reducirse el tamaño del país en el que competir, muchos tuertos aspiran a convertirse en reyezuelos en sus respectivos ámbitos. Pura ambición personal. Estos se guían por criterios de viabilidad. Si el embate secesionista tiene visos de triunfar, lo apoyarán. Si no, le darán la espalda. No son de fiar, en absoluto, pero su falta de principios y convicciones (más allá del dinero) les hace volubles y por tanto asequibles una vez vean peligrar el proyecto por el que han apostado hasta ahora, cuando toda la energía parecía estar en ese lado y el círculo virtuoso parecía girar a su favor. “Nadie fuera de Cataluña apoya el proceso. Las empresas se van, los negocios se esfuman. España es negocio, Cataluña es ruina”.

4. Tenemos luego a los “indepes por curiosidad”. Gentes a las que el proyecto nacional español, mal explicado, distante y empapado, por qué no admitirlo, en corrupción y un cierto aroma rancio, no les dice nada. Y por el contrario un proyecto aparentemente innovador, excelentemente vendido, inoculado en vena a través de las infinitas terminales mediáticas del separatismo de forma metódica, sin prisa, sistemáticamente, ha despertado su curiosidad. El “derecho a decidir” suena tan bien… ¿Por qué no votar y a ver qué pasa? Explícales cosas aburridas, envueltas en polvo de togas y olor a antiguo repertorio de jurisprudencia Aranzadi, como el ámbito o el sujeto de la soberanía: ¿cómo te van a escuchar si enfrente les hablan de nuevos amaneceres, de atar a los perros con longaniza, de justicia social, de futuro, de aventura? Ahí hay cientos de miles a los que simplemente el bando constitucionalista no ha hecho nunca el menor esfuerzo por seducir, por persuadir de que el elevadísimo nivel de bienestar en el que viven se debe precisamente a la seguridad y estabilidad que ofrece la pertenencia a un gran estado democrático anclado en la Europa occidental. Perfectible, claro, pero mucho más seguro que una ensoñación que se diluye como un azucarillo en cuanto se esgrimen datos y cifras. A este grupo se le persuade precisamente ahí, en el terreno de los datos objetivos, de las amenazas ciertas que implica un proceso literalmente suicida, amenazas para su propia existencia, su prosperidad, su futuro laboral y personal. “España es seguridad, la república catalana es inseguridad. Vivimos en uno de los mejores entornos del mundo, y estos tipos han estado a punto de sacarnos de él”.

5. Los “indepes por cabreo” formaron un grupo muy numeroso en los peores años de la crisis, y si en el conjunto de España fueron hábilmente instrumentalizados por movimientos como Podemos, en Cataluña han sido magistralmente reorientados contra España por el separatismo, que ha sabido culpar al estado español de todos los males. Es fácil manipular a una masa asustada y furiosa señalándole un enemigo contra el que canalizar tanta ira. A estos hay que jugarles con el argumento de la pésima gestión de la Generalitat nacionalista, que agravó la crisis en Cataluña a base de despilfarrar en las estructuras de estado. Es cuestión de hacerles volver la cabeza y señalarles un nuevo enemigo al que culpar de su precariedad, de las listas de espera, del cierre de hospitales, de los barracones… En ese sentido, una campaña intensa y breve de comunicación del escandaloso despilfarro que ha supuesto el proceso, bien explicada y cifrada, y comparada con lo que podía haberse hecho con ese dinero, sería definitiva. “Os han engañado: los recortes sociales podían haber sido mucho menores si no se hubiesen enterrado toneladas de millones en corrupción y en enchufar amigos y mantener entidades y estructuras artificiales reservadas a los amigos”

Permanezcan atentos a sus pantallas. Próximamente nos ocuparemos de la también famosa y no menos teórica “mayoría silenciosa”.

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Autor: carmenalvarezvela

Abrí este blog para hablar de España y conforme ha pasado el tiempo, algunos amigos mucho más cualificados que yo colaboran para expresar nuestra común preocupación por los males que nos aquejan como nación. Otros participan escribiendo sobre música, cine, literatura, historia ... Debería cambiar el nombre del blog, "No me resigno", como mínimo por "No nos resignamos", ya veremos. Mi amigo Emmanuel M. Alcocer me dijo una vez que el peor error es el error de perderlo todo por no haber hecho nada. Pues ahí estamos, intentando hacer algo.

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