«Evitar el enfrentamiento dialéctico, eludir la discusión, querer salvar la cara ante los progres, nos ha salido muy caro. El imbécil, como el niño, cuando lo dejas a su aire, se crece y se llega a creer que tiene el mando, hasta que finalmente lo tiene».
Tengo la sensación de que cada día tengo la lengua más larga y la falda más corta, como la ex de Sabina. Será la edad, será el cambio climático, será la exacerbación de los nacionalismos periféricos, será la partitocracia. Sea lo que sea, puedo asegurar que el nuevo feminismo no ha tenido nada que ver en esta liberación particular. La cuestión es que cada vez me importa menos decir lo que pienso; y voy más allá, me parece hasta necesario y liberador hacerlo.
En cuanto a la falda corta, es más una expresión que otra cosa, pero también una actitud. Siempre la he llevado corta y la seguiré llevando mientras las piernas lo permitan.
Lo que antes decía con cierto pudor, todo aquello que por ser contracorriente callaba o reducía en intensidad expresiva, como un dejando caer mi rareza, ahora lo digo sin ningún complejo.
Siendo cierto que la edad ayuda a ver la vida de otra manera y que la autoestima se refuerza, hay algo más que me impele, me impulsa, me empuja a decir cada día con más vehemencia y convencimiento lo que pienso acerca de lo que me rodea.
Ese resorte que ha hecho que pierda miedo y vergüenza no ha sido ni más ni menos que leer y escuchar cada día lo que dice el común de la gente. No es necesario fijarse demasiado para darse cuenta de que todos los famosillos, politiquillos, conocidillos u opinólogos (como yo), sueltan un discurso igualito en cuanto tienen un micrófono o un teclado delante. Un discurso infantil, políticamente correcto y buenista, que no resiste una vuelta de hoja. Pero no les importa, porque nadie los ha puesto a prueba. Hemos callado.
Ayer vi un vídeo (https://youtu.be/VmyuN_sCzuA) de mi «Querida Ada», en el que decía sin despeinarse que la batalla de Madrid fue una batalla entre demócratas y fascistas. Es decir, entre buenos y malos. Buen resumen de un drama nacional. Mi nuevo resorte me llevó a ponerle este tuit: «y una mierda, Ada».
Sé que podía haber argumentado en ese momento que su aserto era una mentira terrible sólo acorde a una persona mezquina, maniquea, ignorante -no sé hasta qué punto- y que necesita estar en el palmito a costa de lo que sea. Pero no tenía tiempo. Así que resolví momentáneamente el asunto con un par de tuits.
No fueron pocos los que me dijeron de manera afectuosa y con la mejor intención, que ignorara a la alcaldesa, que no merecía la pena. Pero no me da la gana. Llevamos callando decenas de años ante la ignorancia, la malicia, la mentira, el frentismo, el nuevo guerracivilismo, la falsedad de nuestra historia, los insultos a nuestra patria o el desprecio y ninguneo a nuestro idioma, por aquello de no darles importancia.
Evitar el enfrentamiento dialéctico, eludir la discusión, querer salvar la cara ante los progres, nos ha salido muy caro. El imbécil, como el niño, cuando lo dejas a su aire, se crece y llega a creer que tiene el mando, hasta que finalmente lo tiene.
Así que el resultado ha sido que unos niñatos malcriados, nacionalistas y populistas, a los que se les ha consentido todo, tienen en sus manos lo que ahora llaman los pedantes «el relato» y mucho más.
Pues bien, habrá que cambiar la tendencia. Hemos demostrado que somos millones de españoles los que no tenemos nada que ver con eso, pero como nación no hemos tenido la autoestima suficiente como para decir: no, eso no es verdad, eso no es lo que queremos ni lo que hemos vivido. Y ya sólo nos faltaba que Alemania nos libere a un delincuente, sin argumentos medianamente fundados, para pensar que nos estamos equivocando.
España es una nación antigua, que no vieja, y viva. España somos todos nosotros, así que sin histerias, sin una palabra más alta que la otra, sin complejos, digamos: no. Descubramos cada día las mentiras, afilemos nuestras lenguas con inteligencia y astucia y acortémonos la falda sin ninguna vergüenza, porque no tenemos motivo alguno para tenerla.
No puedo estar más de acuerdo contigo en todo. Dices lo que muchísimos pensamos, pero, como también dejas claro, la política y los micrófonos están en manos de los ineptos, los trepas, los que buscan su beneficio personal a costa de los demás. La referencia a «19 días y 500 noches» me encanta.Gracias por compartir tan fantástica reflexión.
@JMConfucio
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Muchas gracias, lo bueno es que las redes están al alcance de todos. No sólo está en manos de populistas y nacionalistas. Un abrazo
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Esto lo decimos muchos pero ni caso. Abra que seguir hasta lo que se aguante.
Ver a esa ignorante pontificado da náusea y creo que no hay canal de TV que no lo haya reproducido.
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Me gusta leerla! Me gustan sus muebles, me atrae usted.
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¿Mis muebles? jajajajaja
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