-Ten cuidado, es mi corazón. No es un reloj que sostienes o esa nota que lees y luego quemas, es mi corazón.
Llegué a Bola de Nieve a través del espejo de Caetano Veloso. Una tarde de verano en Madrid, con el sol aún alto quemándome la espalda. El concierto de la noche anterior había tenido que suspenderse y Caetano propuso ofrecerlo al día siguiente a primera hora, con tiempo para poder seguir inmediatamente al aeropuerto.
Fue así, a plena luz del día y entre clásico y clásico, cuando Caetano nos contó que esa mañana, en su habitación del hotel y con las cortinas cerradas, cambiando al azar los canales de la televisión, se había quedado enganchado en una película antigua en la que había sonado el «Vete de mí» de Bola. Hizo ahí una parada para sonreír con un gesto entre la admiración y el asombro. «Ah, Bola…» susurró. Y cerró los ojos mientras iniciaba una versión desnuda y bellísima del clásico que yo escuché entonces por primera vez, a las cuatro de la tarde de un sábado de julio de hace ya muchos años, jovencísima, enamorada y alerta, muy alerta, a todo lo que fuera música de la que te puebla por dentro.
Ignacio Villa, «Bola De Nieve», el hijo de mamá Inés a quien dedicó su canción más popular, nació en La Habana en 1911. Compositor, pianista y cantante de personalidad única, compuso algunos de los boleros más hermosos y refinados del canon. Negro y homosexual, transmitía en sus letras de sensibilidad extrema una vulnerabilidad casi dolorosa. Con una voz muy particular y un fraseo siempre al borde del ahogo, jamás perdía una nota ni una palabra. Su piano tropical lleva al límite a quien lo escucha y aunque no lo suelta, lo asoma al abismo para que contemple como por primera vez el vértigo de los amores difíciles y secretos, de la soledad, de la pasión extrema.
Bola canta y toca el piano sonriendo. Bola se hace perdonar el entrar sin permiso en nuestro corazón con una educación antigua y una cortesía que ya no se usa. Bola nos emociona, pero sobre todo Bola se hace querer.
Quién no querría a Bola.
Ay, Bola….
Cierro los ojos yo también, como Caetano. Caetano el que trae los tesoros, el que trae a Bola.
De todo el gran cancionero americano, Bola escogió para hacerla suya una canción de Irving Berlin. Se trata del «Be careful, it’s my heart» que compuso en 1942 para Bing Crosby y que forma parte de la película «Holiday Inn» para la que compuso también el clásico navideño «White Christmas». En la voz aterciopelada de Crosby es una canción maravillosa, pero se queda ahí. Solo cuando viaja a la Habana para revelarse en la voz y en el piano de Bola se convierte en una pequeña obra de arte que nos remueve, que nos cambia.
-Ten cuidado, es mi corazón. No es un reloj que sostienes o esa nota que lees y luego quemas, es mi corazón.
Bola canta con desesperación, a pelo. Bola entrega su corazón y lo hace de verdad, delante de nosotros. Bola, con su perfecto smoking y su sonrisa, se desnuda.
Como no cerrar los ojos, ¿ verdad, Caetano?
Porque Bola de Nieve es bueno y es frágil. Bola es un milagro. Y aunque se nos da cada vez que lo escuchamos para que nos lo quedemos o lo rompamos, nos pide, en las palabras que Irving Berlin escribió sin saberlo para él y para nosotros,
Que tengamos cuidado, porque es su corazón.
Para escuchar:
Cuidado, es mi corazón. No es mi reloj lo que sostienes, es mi corazón; no es la nota que te envié y quemaste rápidamente, no es el libro que te presté y que nunca devolviste. Recuerda, es mi corazón, el corazón del que tan voluntariamente me desprendo. Es tuyo para que te lo quedes o para que lo rompas, pero por favor, antes de empezar, recuerda: es mi corazón
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