"El peor error es el error de perderlo todo por no haber hecho nada", Emmanuel M. Alcocer.
Autor: carmenalvarezvela
Abrí este blog para hablar de España y conforme ha pasado el tiempo, algunos amigos mucho más cualificados que yo colaboran para expresar nuestra común preocupación por los males que nos aquejan como nación. Otros participan escribiendo sobre música, cine, literatura, historia ... Debería cambiar el nombre del blog, "No me resigno", como mínimo por "No nos resignamos", ya veremos.
Mi amigo Emmanuel M. Alcocer me dijo una vez que el peor error es el error de perderlo todo por no haber hecho nada. Pues ahí estamos, intentando hacer algo.
Creo que hay algo que destaca en la serie sobre cualquier otro aspecto de la misma, y es el trabajo de Christina Applegate y Linda Cardellini, las dos forman un todo indisoluble, no se entiende el trabajo de la una sin la otra, son las absolutas dueñas de la serie, y la química existente entre las dos es una especie de pequeño milagro, al punto de que cuando la serie remata te quedas con un vacío provocado por el deseo de saber más de sus personajes.
Serie de diez capítulos de media hora de duración cada uno y que ha estrenado Netflix este mes de Mayo, no resulta fácil encuadrarla en un género concreto, por momentos estamos ante una comedia negra y por momentos prevalece el thriller como estructura narrativa.
El hilo argumental se basa en la amistad de dos mujeres absolutamente distintas, una de ellas acaba de perder a su marido de forma trágica; la otra es un personaje anárquico y que no va a dejar de sorprendernos continuamente a lo largo de la narración.
Monumento al macho alfa. VuELve. Adanismo en estado puro. Él es la esencia podemita, y sólo él. Irene ha quedado como telonera.
«Quita, gordi», «déjame a mí, cari» o «aparta bonita, que ya llego yo», debió de ser más o menos lo que Pablo Iglesias le dijo a Irene cuando acabó la baja de paternidad autoimpuesta para ejemplo de todo macho ibérico que por la piel de toro -espero que nadie se sienta ofendido por decir «toro»- se mueve.
Ahora es fácil entender el mal carácter que Irene se gasta en el Congreso o cuando tiene un micrófono delante; esos chillidos, esa cara desencajada, esa arruga de expresión en el entrecejo, esa mala leche sólo se incuba en casa. No voy a entenderlo yo. Todas aquellas que en algún momento de nuestra vida hemos sufrido el «déjame a mí, bonita» -con su implícito que «tú no sabes»- envuelto en un tono aparentemente cariñoso y condescendiente, sabemos que pone de peor humor que unos cuernos una noche de farra. Me creerán exagerada, pero ese machismo del feminista militante que luego va de aliado, saca de quicio.
Sí, Pablito se ha lucido. Comentaba el ínclito el otro día sin sonrojo que las encuestas que tan mal resultado le dan, se habían realizado «antes de volver yo». Monumento al macho alfa. VuELve. Adanismo en estado puro. Él es la esencia podemita, y sólo él. Irene ha quedado como telonera.
Además, viene en mejor forma que nunca, porque «limpiar culos» -bonito resumen de la paternidad full time– proporciona una preparación intelectual, una madurez ideológica, una comprensión de los problemas de la gente que, lamentablemente, su paso por la universidad no le dio. Otra cosa es que deseemos que no tenga oportunidad de demostrarlo.
En fin, Irene, valga este breve comentario para expresarte mi sororidad -que no sé exactamente qué es- y decirte que un hombre así no te conviene. No tanto porque no tenga razón, que eso ya lo veremos en las encuestas y en las elecciones, sino porque no hay nada peor que ir de guayfeministaaliado por la vida y resultar un vulgar machista en el fondo y en las formas. No existe nada más despectivo que el machismo condescendiente. Porque a un hombre que te prohíbe algo lo mandas a por tabaco y cambias la cerradura, pero ese hombre que predica urbi et orbe las bondades del feminismo y se limita a cambiar el nombre al partido, poniéndole ¡Unidas Podemos!, no sólo es machista sino algo peor, un cursi irredento.
En esta vida, queridaIrenehazmecaso, se puede y se debe perdonar casi todo, pero la cursilería y la necedad, nunca.
P.D. Quedo a la espera de que alguna jovencita me diga que no sé nada de machismo.
En mi opinión, Gervais no se ha escondido, ha hecho una propuesta clara y sincera, podrá gustar más o menos, pero el mensaje es diáfano; en un momento determinado de su personaje se puede escuchar lo siguiente, y cito textualmente, “ procurar convertir mi pequeña parte del mundo en un sitio más agradable”, en esa frase se encierra la idea fuerza de la serie.
Serie británica que podéis ver en Netflix, de tan solo seis capítulos de apenas media hora de duración cada uno, producida, dirigida y protagonizada por Richy Gervais, lo que podría inducir a pensar que estamos ante una comedia, bien es cierto que hay escenas que nos puedan arrancar alguna sonrisa pero que nadie espere encontrase con una comedia al uso.
Gervais da vida a un hombre de mediana edad que acaba de perder a la que fue su esposa durante veinticinco años, muerte que es incapaz de superar y que le tiene sumido en una depresión de la que se ve incapaz de salir, y que le lleva a estar en permanente estado de cabreo con el mundo, con la vida y con sus congéneres, barajando incluso de forma obsesiva la idea del suicidio.
…votad a quien queráis, al mejor para vosotros o al que os parezca menos malo, pero no votéis en contra de nadie, ni para que no salgan estos o aquellos, ni para frenar o impedir tsunamis, o porque no sé quién haya dicho que eso es lo útil, u os meta miedo con lo que puede venir, de un lado o de otro, si no optáis por quienes ellos dicen.
Recuerdo la primera vez que fui a votar. No voté a ningún partido, que se trataba de decir (marzo de 1986) si OTAN de entrada sí o no. Creo recordar que voté que no, y ello —ahora que lo pienso— no porque tuviera entonces un criterio formado al respecto, sino porque supongo que aún me quedaban restos de adolescencia, en forma de algunos granos y de ganas de llevar la contraria a mis mayores.
Una cosa que debieron haberle enseñado desde el principio a este Yorgos es a contar con un simple lápiz y papel. Contar con lo mínimo, no como viene siendo habitual en esta generación de niñatos malcriados que nacen con todo bajo el brazo. Un poquito de carestía no les vendría mal.
PUES eso, no me extenderé, porque no lo merece.
Desespera ver desde el primer plano cómo se insulta al espectador y cómo parece que alguien tiene estilo cuando lo que le falta es capacidad para contar. También puede ser que, una de tres: o padece un alto grado de incultura del Cine –lo cual exaspera–, o bien está aquejado de un preocupante desconocimiento del oficio, o por último, tiene un afán de originalidad que a mí me resulta insoportable. Y pudiera ser todo ello a la vez.
“El blues es el origen, el resto tan solo son sus frutos”, nada más cierto, aquellos cantos primitivos interpretados por los más parias entre los parias, los esclavos, dieron origen y fueron base para el desarrollo de estilos como el rock, el pop, o incluso el propio jazz, estilos musicales que no solo están influenciados por el blues sino que, en mayor o menor medida, tienen al blues dentro.
Resulta paradójico el hecho de que la inmensa mayoría del arte que el ser humano ha sido capaz de crear para disfrute de sus congéneres ha nacido casi siempre del dolor de sus autores.
Instante de la profundidad. El río de palabras que arrastra la consuetudinaria conversación. Aguas profundas, oscuras, flujo de todos los olores, pasiones, miedos, enmarañamientos históricos. Así, los españoles cuando nos ponemos estupendos, como suele decirse, en realidad nos ponemos barrocos. Cumplimos esa misión en el mundo.
Sucede en ocasiones. Entablamos conversación, el tiempo, la última película, libro o divorcio. Un ejercicio civilizado. Los minutos en que el clasicismo se deleita. Un intercambio de palabras muy antiguo, entiendo. Mas, de pronto, florece el tipo de sentencia ambiental: si continúan las cosas así, ¡la que nos espera! Traducido al barroco que no abandonamos: nosotros, nacidos reyes, y este infamante reino.
«Ahora todo se mueve o se pretende encajar en bloques: hombres contra mujeres, mujeres llamadas abejas reina contra pseudofeministas, izquierda contra derecha. Todo parece irreconciliable, quien lleva la batuta es la izquierda y casi toda la derecha obedece mansamente hasta hace poco».
“Derry Girls” es una serie para olvidarse de las tristezas y de los sinsabores de nuestras vidas, es pura diversión, y eso hoy en día es de agradecer; pero, al mismo tiempo, su humor -aparentemente inocente- no lo es tanto, tiene ciertos componentes de humor negro que obligan a pensar al espectador.
Serie irlandesa que podéis visionar en Netflix, de tan solo seis capítulos de una escasa media hora de duración cada uno; disponible en versión original con subtítulos, responde al esquema de una comedia de situación y es realmente divertida y, por momentos, delirante.
La acción transcurre a mediados de los años noventa en una convulsa Irlanda del Norte como escenario. Nos presenta a un grupo de adolescentes de lo más peculiar que estudian en el mismo colegio católico y que, con unos perfiles perfectamente definidos, protagonizan una serie de gags realmente divertidos.
Uno de los mejores escritores que conozco. Otro mundo. Si no siguen el blog de Carlos García-Mateo, están perdiendo el tiempo.
«Desde 1978, aproximadamente, había carne fresca a pedir de boca, o sea, un nuevo régimen, otras oportunidades. La pasión catalana, en todo caso, resultó desmedida. Un arranque tipo Richard Burton ante la lolita Sue Lyon».
Lean.
Serán las primaverales fiebres, el indicio salado de sus rizos o porque, en palabras del bardo, “llevo tu luz y tu olor, por dondequiera que vaya”. Será lo que sea, pero estoy en la hipótesis de una conquista. Con gafas de colorines, pañuelos estampados de Jofré y dinero mediático. Evoco al galán: casa regia convertida en hotel, vajilla de la bisabuela recorriendo subastas y libros franquistas quemados. Se me ha aparecido el donjuán, invariable, en Via Veneto, con la indiferencia del potente hacia los adornos, mientras Javier Oliveira, maître, pelaba en el aire una voluptuosa naranja ensartada, elegante malabarismo.
Retrocedamos. En el principio, fue la seducción. Camisas viejas al pozo del olvido, pues al Generalísimo lo habían ya enterrado. Un poco alocados aquellos tiempos: evoco la operación Roca, suspiro por Cambó; como atrasar el reloj unos cuarenta años, antes del Frente Popular y el puñetazo de Bahamonde…