Yo no soy politóloga, ni periodista, ni tertuliana. Aclarado ya esto, no puedo analizar lo que pasó ayer en Cataluña más que desde mi pequeñez como ciudadana que tiene ojos y ve cosas. Porque sí, en la elecciones de ayer en Cataluña pudimos ver muchas cosas dignas de tener en cuenta, algunas las esperábamos, otras nos sorprendieron y otras nos disgustaron profundamente.
Lo primero que cabe destacar es que la brecha entre constitucionalistas y secesionistas es cada vez más clara y, desgraciadamente, más profunda. Ya no tenemos una Cataluña, ni una «nación» y, mucho menos, un «sol poble». Y los números indican que son dos mitades casi perfectas. Una mitad es más rural y la otra más cosmopolita, pero Cataluña ya es, de facto, una «nación de naciones». Qué paradoja…