El virus es letal, no cabe duda, pero el gobierno tuvo la oportunidad y el deber de observar y analizar lo que pasaba en Italia -no hablamos de China por la opacidad de su política informativa-, tuvo decenas de avisos que han salido a la luz de auténticos expertos, pudo tomar medidas con tiempo y no lo hizo.
Recordar, pensar, analizar y sacar conclusiones de los hechos desagradables que nos suceden a lo largo de nuestra vida no es fácil ni apetecible. Elegimos de forma inconsciente no traer a nuestra memoria ese tipo de asuntos; es lógico, la vida sería una tortura si nuestro cerebro funcionara en bucle repitiendo escenas que nos han hecho daño. Pero esta defensa natural puede llegar a constituirse en nuestro gran enemigo si dejamos atrás esas experiencias tóxicas y dolorosas sin pasarlas por el filtro del análisis, sin buscar los porqués y sin desarrollar mecanismos de defensa que nos protejan de peligros futuros.

En plena pandemia de coronavirus, con más de once mil muertos que mañana serán doce mil y al otro trece mil, parece imposible que esto caiga algún día en el olvido. No, no se olvidará, pero lo que es seguro es que esta terrible desgracia será objeto del ‘relato’ gubernamental, y los datos mentirosos que todos los días dejan caer en cada bochornosa rueda de prensa los llamados expertos, los ineptos ministros y esa desgracia humana que es el presidente del gobierno, se harán verdad oficial. La masa acrítica, la comprará -ya lo está haciendo-, porque este gobierno no sabe de nada, pero controla y domina el agitprop como nadie.
Es cierto que en estos tiempos existen medios como las redes sociales que hacen extremadamente fácil la propaganda, pero también los críticos disponemos de ellas, siempre y cuando no nos cierren las cuentas. En ese caso, vuelvan a abrir otras cuentas, no se cansen, ellos no lo hacen. Argumenten, lean y respondan cada mentira punto por punto.
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