Instante de la profundidad. El río de palabras que arrastra la
consuetudinaria conversación. Aguas profundas, oscuras, flujo de todos los olores, pasiones, miedos, enmarañamientos históricos. Así, los españoles cuando nos ponemos estupendos, como suele decirse, en realidad nos ponemos barrocos. Cumplimos esa misión en el mundo.
Sucede en ocasiones. Entablamos conversación, el tiempo, la última película, libro o divorcio. Un ejercicio civilizado. Los minutos en que el clasicismo se deleita. Un intercambio de palabras muy antiguo, entiendo. Mas, de pronto, florece el tipo de sentencia ambiental: si continúan las cosas así, ¡la que nos espera! Traducido al barroco que no abandonamos: nosotros, nacidos reyes, y este infamante reino.