Reconozco que Carmen Calvo ha pasado de producirme una sonrisa condescendiente a preocuparme de forma alarmante. Me partí de la risa con Pixie y Dixie, me despiporré yo sola cuando dijo que el dinero público no es de nadie; cuando desdobló a Sánchez en su persona y la del presidente del Gobierno lloré, me dije: caramba, la cantidad de recursos que tiene la buena mujer parar metérnosla doblada. Estas cosas son las que mi amiga María Durán (@mariaduran1987) denomina ataques de carmencalvismo. Pero en los últimos tiempos empieza a darme miedieto, tiene un no sé qué que ha dejado de divertirme.
Su rictus se acentúa por momentos, su tono es duro, seco y cortante y mucho me temo que Carmen no va de broma. Calvo ya no hace declaraciones, dicta comportamientos. No tome usted sus ocurrencias como tales, asúmalas como normas a seguir. Ella, en nombre del PSOE y la izquierda patria, indica lo que debe preocuparnos, lo que está bien y lo que está mal, quién es bueno y quiénes somos malos. La vicepresidente -que no me contestaría si no le llamo vicepresidenta- está superando a la serrana pareja, Iglesias-Montero, muy a su pesar, como faro luminoso de la izquierda que indica el camino a seguir. Su misión es señalar a aquellos individuos e individuas rebeldes que pensamos por nuestra cuenta. Qué buena inquisidora hubiera sido. Continuar leyendo «Calvo, ni Pixie ni Dixie. Por Carmen Álvarez.»